Cinco rabinos argentinos reciben su doctorado en Divinidad

Publicado en Apuntes Urbanos

El legado del rabino Meyer, el que sugirió con éxito el grito del Levantamiento del Guetto de Varsovia "Nunca Más" como título del informe de la Conedep de 1984.

El legado del rabino Meyer en el país

Por Mariano De Vedia | LA NACION

La siembra del rabino Marshall T. Meyer, que durante 25 años promovió en la Argentina una fecunda tarea comunitaria y educativa y sentó las bases para la expansión del movimiento liberal del judaísmo en la región, sigue dando frutos. Cinco de sus discípulos recibirán mañana en Nueva York el título de Doctor of Divinity por su compromiso con la tarea espiritual, social y académica que desarrollan en Buenos Aires.

Son ellos los rabinos Abraham Skorka, director del Seminario Rabínico Latinoamericano y titular de la comunidad Benei Tikvá; Daniel Goldman, que desde hace 20 años conduce la comunidad Bet-El; Felipe Yafe, destacado biblista y rabino de Bet-Hilel; Darío Feiguin, fundador de Amijai, y Baruj Plavnick, creador de la Fundación Pardés, un centro de estudios que promueve "la sabiduría y el arte de ser judío".

La figura rectora de Meyer sobrevuela en la distinción, del Seminario Teológico Judío de Nueva York, la institución académica más reconocida de la rama judaica liberal. Allí fue ordenado Meyer, que llegó a la Argentina en 1959, para promover un nuevo estilo del judaísmo. Tres años después, fundó aquí el Seminario Rabínico Latinoamericano, que funciona en Belgrano y del que egresaron unos 100 rabinos (entre ellos, ocho mujeres) y donde se dictan programas de estudio, que nutren a las comunidades del continente. Hoy la rama liberal del judaísmo reúne unas 40.000 personas en la Argentina.

"La tradición judaica nos enseña que la formación no concluye con el título. La educación es un estado permanente de búsqueda y eso tratamos de inculcar, como parte del legado que nos dejó Meyer", precisa Goldman.

Activo promotor del diálogo interreligioso y de la paz entre los pueblos, Meyer reclamó por la defensa de los derechos humanos en plena dictadura. Fue uno de los fundadores de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos y, tras el retorno de la democracia, el presidente Alfonsín lo incorporó en la Conadep, como último acto de servicio y testimonio de su prédica contra la violencia. Dejó el país en 1984 y murió nueve años después en Estados Unidos, aunque su obra se prolonga con sus discípulos.

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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sería como recibir un PhD en literatura klingon =)

H dijo...

Firmá si no tenés miedo al castigo divino... :)