[Brasil] es uno de los países más desiguales del mundo: durante mucho tiempo se confió solamente en el crecimiento como arma contra la desigualdad, descuidando las políticas de redistribución. Sin embargo, luego de 30 años de estancamiento en la situación social, entre 1970 y 2000, la historia reciente aparece alentadora gracias a una combinación de política social innovadora, urbanización de barrios pobres, movilidad en el mercado de trabajo y universalización de la educación.
(...) Los indicadores sociales son concluyentes. Entre 2001 y 2006 hubo una baja sostenida en la desigualdad. El ingreso per cápita del 10 % más pobre sube un 11 % promedio por año (4 veces el promedio nacional, que es de 2,6 %), según un estudio de Ricardo Paes de Barro, del IPEA. En reducción de la pobreza, Brasil hizo en 4 años lo que le tomó 15 al resto de América latina: la bajó casi 10 puntos, desde 38,2 % en 2002 a 29,6 % en 2006 (son 11,2 millones menos de pobres y 9,6 millones menos de pobres extremos)
(...) la clave es el significativo descenso de la desigualdad. El ingreso del 10 % más pobre subió 50 %, mientras que el ingreso del 10 % más rico subió un 7 % en los últimos 5 años.
(...) No fue sólo consecuencia de la política social. Una macroeconomía ordenada, con un crecimiento moderado en un contexto de baja inflación, movilizó las fuerzas del mercado incorporando trabajadores al mundo de los ingresos laborales. Neri dice que en Brasil, "es como si los pobres vivieran en un país de alto crecimiento". Para bajar la desigualdad y la pobreza, además de crecer y ampliar el volumen de trabajo, se requieren políticas para que suba la participación en el ingreso de los más pobres. Allí, a diferencia de lo que ocurre en la Argentina (donde se espera todo del mercado de trabajo), se considera un derecho que todo ciudadano tenga un ingreso mínimo para vivir. Es lo que hace Brasil con transferencias directas a los más pobres: el 57 % de los brasileños viven en una familia que recibe algún tipo de ayuda, lo que representa un alto grado de cobertura de la política social. Un 23 % de los brasileños viven en un hogar al que llega el Bolsa Familia, el plan social más grande del mundo.Bolsa en portugués significa Beca. El Beca familia llega a más de 11 millones de hogares, unas 45 millones de personas, y Lula acaba de ampliarlo. Alcanza a un 25 % de la población con un costo relativamente bajo: 0,4 % del PBI brasileño. Implica transferencias monetarias sin condicionalidades a familias en situación de extrema pobreza (60 reales para quienes no tienen ingresos) y transferencias de 20 reales más por hijo hasta un máximo de tres, a condición de escolarización, vacunas, y chequeos prenatales. El primero (sin condicionalidad) apunta al corto plazo, a la urgencia. El segundo mira al mediano plazo, a romper la pobreza inter-generacional a través de una inversión familiar en salud y educación. Contra las críticas más tradicionales, la evidencia indica que el plan no tuvo impacto negativo en el mercado de trabajo. Los beneficiarios tienen una más alta participación en el mercado de trabajo que los no beneficiarios.
(...) La segunda forma de atacar la exclusión es la urbanización de los barrios más humildes, las favelas. (...) es notable el esfuerzo que se está haciendo para llevar el estado, los servicios, los derechos y la infraestructura básica a las favelas. Hace rato que se ha abandonado la idea de erradicación, primando la de urbanización. Es que las favelas están incrustadas en Río, muy cerca de las más famosas playas, y viven en ellas 1,5 millón de personas, el 30 % de la población de Río.
Favela Barrio es el plan para favelas menores (500 a 12500 habitantes, el estado gerencia y subcontrata a constructores por licitación y concurso), mientras que el Programa de Aceleración del Crecimiento (PAC) es la herramienta oficial para desarrollar la infraestructura con un objetivo de inclusión social en las favelas más grandes, como Rozinha, donde viven más de 120 mil personas. En ella visitamos a una familia, y comprobamos que las casas no son tan precarias como parecen, y están bien mantenidas por dentro. Rogeria, madre de 4 hijos, explicó que gracias a la urbanización sus hijos podrán ir al centro de deportes de la Rozinha, y ella podrá llevar a sus hijos al centro de salud de la favela, en lugar de viajar dos horas a un hospital y hacer 4 horas de cola.
En Morro do Alemao han abierto calles, construido viviendas, una escuela secundaria, un centro de deportes, centro de salud, guardería, y plazas. No sólo eso, ya está en marcha un teleférico que va a unir 4 morros, con 6 estaciones, para que la gente puede subir a su casa con mayor facilidad. La meta es garantizar desde estado la movilidad de los pobres, otorgándoles condiciones de vida mínimas, como las que tienen los habitantes de la ciudad formal. Es, en palabras de Jáuregui, "una inyección simbólica para los más pobres, significa decirles que es posible vivir mejor. El Estado debe dar el primer paso para animar a la gente a invertir, no sólo en sus casitas, sino en el barrio, rompiendo el imaginario de que la favela es sólo reducto de los delincuentes".
Brasil reduce la desigualdad
Algunos extractos de la recomendable nota de La Nación. Impactante el "transferencias monetarias sin condicionalidades a familias en situación de extrema pobreza (60 reales para quienes no tienen ingresos) y transferencias de 20 reales más por hijo hasta un máximo de tres, a condición de escolarización, vacunas, y chequeos prenatales.". Hasta un máximo de tres, para que la escala de la familia no se adapte al subsidio (como los demógrafos demuestran), lo cual alejaría el objetivo de romper el círculo de pobreza intergeneracional.
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