Recorriendo la 31

La veo desde arriba cuando llego al microcentro por la Autopista. La veo desde abajo cuando entro en colectivo a Retiro. La veo desde lejos cuando miro por la ventana de la oficina. La Villa 31 es un escenario-de-fondo en mi vida porteña. Nunca pensé que también la iba a ver desde adentro.

(Por @nuritw) Mejor rebobino: hace unas semanas estaba charlando con @Apuntes_ y me cuenta sobre cómo el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (GCBA) mejoró la Villa. Pensé que exageraba.
-¿De dónde sacaste todo eso?
-¿No me creés?
-No sé.
-Andá a mirarlo con tus propios ojos, ¿no laburás cerca?
-Sí, jaja, dale, me voy a ir a pasear a la Villa 31...

Unos minutos más tarde en mi celu había un grupo de WhatsApp “Recorrido por la Villa 31” y un número de teléfono que se presentaba como Gonzalo Mórtola, Coordinador del Programa de Mejoras Villas 31 y 31bis, invitándonos a la recorrida semanal que hacen con su equipo.

El viernes siguiente (27 de octubre de 2015) al mediodía estamos con mi hermano en la oficina de Hábitat, un par de containers amarillos a unos pasos de la Terminal de Retiro. Nos reciben Fabián y Santiago, dos empleados del GCBA, que se presentan y nos empiezan a contar de su trabajo.

Unos minutos más tarde llega Gonzalo Mórtola, Coordinador del programa de Mejoras de la Villa 31. Emprendedor tecnológico, ex-rugbier del Newman (mismo colegio en el que estudió el Jefe de Gobierno), dio un salto del sector privado al público en 2010 buscando generar un aporte “en un área que fuera especialmente desafiante y difícil”.

Nos saluda efusivamente y nos cuenta que hay un invitado extra a la recorrida: abre la puerta de atrás del auto y le saca el cinturón de seguridad al menor de sus hijos, de 4 años. Supuse que lo dejaría en la oficina, pero lo sube a sus hombros y empezamos a caminar hacia la Villa, mientras nos pregunta quiénes somos exactamente. Nos miramos con mi hermano e intentamos explicar: somos rosarinos, vivimos hace años en Capital. Vimos cómo la ciudad mejoró en la última gestión: las calles, el transporte, los parques, etc… y queríamos saber si ese cambio también llegaba hasta los sectores “vulnerables”.

Después de meses de hablar con amigos, compañeros de oficina y conocidos de las bondades de la gestión del PRO en CABA y frente a la agresividad de algunos post anti-Macri quisimos comprobar si lo que veníamos defendiendo era realmente como se veía en las fotos.

La respuesta estaba bajo nuestros pies. Lo primero que llama la atención de la Villa 31 es que las calles tienen piso de hormigón, liso, perfectito. Ramiro, el arquitecto, nos cuenta que debajo nuestro están las cloacas y el agua potable que llega a la puerta de cada casa. Y que hasta hace unos años todo era barro, como veremos más tarde en las cuadras que aún no recibieron obra.

El 80% de la Villa 31 ya está “urbanizada”, nos dice Ramiro, con calle de hormigón, agua potable, cloacas y alumbrado público, en sólo 4 años. En la 31 Bis el porcentaje es menor porque se empezó más tarde. Se termina la gestión 2012-2015 con más de 11 kilómetros de obras de infraestructura que comprenden cloacas, desagüe, agua potable, pavimento y luminarias.

Uso las comillas para “urbanizada” porque en realidad falta un detalle importante: las calles y manzanas tienen números, pintados temporalmente en paredes, porque las Villas son un no-lugar. El terreno es de la Nación, que se niega a entregarlo a la Ciudad y por eso por ahora no se le pueden entregar titulos de propiedad a quienes la habitan.

Seguimos recorriendo. Hay mucha gente caminando, chicos en patinetas (¡el terreno es realmente liso!), adultos en bicicletas y autos. En plural. Incluso se forma un pequeño embotellamiento. Gonzalo se ríe de que este es un problema nuevo: antes nadie entraba con un auto a la Villa, y ahora tuvieron que poner un semáforo en el medio y pedir que bajen la velocidad!. Y un tema no menor: ahora entran ambulancias a la Villa.




Santiago aprovecha para contarnos que el trabajo lo licitan de a tramos pequeños de 60-70 metros para poder hacerlo más rápido.. Que todo lo hacen cooperativas formadas por habitantes de la misma Villa y que ya han dado empleo a más de 2500 personas. Que nadie trabaja más rápido que ellos, porque cobran al final de la tarea (la ciudad les adelanta el 40% para que puedan comprar los materiales). Acá no hay mega-obras con sobreprecios, sólo personas mejorando su barrio con ayuda del Estado.


Caminamos y llegamos hasta una cancha alambrada, ideal para fútbol 7. El pasto está en buen estado, aunque hay una parte con agua. Ahí me acuerdo que anoche llovió y que las calles están sorprendentemente secas. Lo comento y todos sonríen: los desagües son claves en la urbanización, comenta Ramiro. “Antes cuando llovía para algunos era imposible salir de la casa”.

Pasamos por al lado de un grupo de agentes de la Federal. Al ser terreno nacional, la Metropolitana no tiene permiso para ingresar a la Villa, lo cual les dificulta mucho negociar cuando un grupo mafioso ocupa un terreno, como pasó con la llamada Villa Nylon.

Seguimos caminando, pasamos plazas con juegos infantiles. Vamos a buen paso pero interrumpido todo el tiempo por gente que saluda a Gonzalo. Le hablan coloquialmente, una mujer le cuenta de una fiesta de Halloween que están organizando. Nadie lo trata con miedo ni como si fuera “el Patrón”. Se escucha algún pedido sobre un vecino que extendió su casa a la calle. Gonzalo dice que lo va a hablar con el delegado correspondiente.


Nos explican: en la Villa hay delegados por manzana y una especie de Concejal por cada tantos delegados. El GCBA necesita negociar con todos para respetar las formas de relacionarse de la zona.

Llegamos al tramo donde aún no urbanizaron. La diferencia es increíble: un barrial difícil de transitar, casi imposible de pasar con un vehículo que no sea 4x4. Nos cuentan que en cada tramo que urbanizan, los vecinos mejoran las fachadas de sus casas, lo que es evidente..


La charla muta hacia la política y pregunto si estiman arrasar con votos en la Villa. Se ríen: muchos de los 50.000 habitantes de la 31 y 31bis son extranjeros residentes, pocos votan en la elección nacional. Muchos de los que lo hacen son los que viven ‘desde siempre’, y son peronistas. No parece importarles, quizás no ganen votos pero el respeto de la gente es evidente. Y mutuo: saludan mucho, piden permiso para sacarle fotos a la fachada de una casa remodelada que fácilmente podría estar en cualquier barrio de clase media porteño.

Llegamos al final del recorrido: el avance de la obra en una nueva cancha. Gonzalo nos cuenta sobre las clases de rugby que están dando para chicos de la Villa. Le pide al hijo que se quede jugando en la plaza de al lado mientras él saca fotos. El hijo quiere seguir arriba de sus hombros, protesta, llora. Cuando lo baja, se agarra del pantalón, se esconde.


Se acerca un nene que está jugando en la Plaza. Gonzalo le dice al hijo que vayan a jugar juntos mientras papá trabaja. El nene quiere upa. El otro nene se acerca y se ríe. Se miran. Estoy tentada de sacarles una foto. El hijo del Newman con el hijo de la 31 jugando en la plaza pública.

No saco la foto. No tiene sentido. No es raro lo que estoy viendo. En realidad, no hay nada de raro en nada de lo que estoy viendo: es un Estado al servicio de su gente. Son personas que reciben ayuda para vivir mejor, no para subsistir. No hay clientelismo. No hay obras para las empresas-de-los-amigos. Nadie está contando votos sino cuadras de calles, metros de cañerías.

Hay profesionales trabajando en hacer lo que es justo, lo que corresponde. Y ahora puedo decir que no me lo contó nadie, que lo vi con mis ojos, lo caminé con mis pies. El espíritu de cambio que la gestión de Macri tiene en Palermo, en Microcentro y en Parque Patricios también lo tiene acá. No es maquillaje, es un cambio revolucionario para decenas de miles de personas.

El 22 los voy a votar con convicción. Porque necesitamos ese cambio en todo el país.

Antes y Después

Antes y Después








 

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