Wassim Tarif, que vivió en el país, elude la censura con su red de contactos. Extractos de la entrevista en La Nación:
Activista y defensor de los derechos humanos, Tarif nació hace 36 años en Zehla, el Líbano, cerca de la porosa frontera con Siria en el valle de Bekaa. En 1990, sus padres lo enviaron a estudiar a la Argentina, con una de sus abuelas que residía en Mendoza. El interés por la psicología lo llevó a inscribirse en la Universidad del Norte, en Tucumán, pero la vocación lo hizo estudiar derecho internacional en Estados Unidos, donde terminó su formación antes de volver a Medio Oriente. (...)
"Los primeros años estuve en Damasco y después empecé a viajar para interiorizarme de situaciones de derechos humanos. Creo que le caía bien a la gente y, poco a poco, gané su confianza. Ellos me contaban cómo los torturaban, quiénes eran sus torturadores. Me dejaban sacar fotos. Eran situaciones extremas que me acercaron mucho a esa gente y que hoy me responden con comunicaciones e información dramática."
Pero era poco probable que el activista pudiera eludir las garras del aparato de seguridad de Al-Assad. Desde 2007 y hasta su expulsión en 2008, fue detenido decenas de veces.
"No por la policía, que no existe en Siria salvo para casos menores, sino por los servicios secretos. Me interrogaron de manera intimidatoria y en distintas dependencias, pero sin violencia", contó el joven libanés. El método era siempre igual: detención a la medianoche o en la madrugada; horas de espera en solitario, en alguna oficina del servicio secreto, y la irrupción de un funcionario con papel y lápiz, que le pedía que escribiera la historia de su vida.
"El último interrogatorio, en febrero de 2008, fue excepcional porque sí lo sentí violento y prefiero no dar detalles. Me expulsaron a los pocos días y decidí volver al Líbano."
Pero el trabajo en suelo libanés en contra del gobierno sirio no lo convencía debido a las acusaciones de parcialidad que recibía de la poderosa milicia Hezbollah, aliada de Damasco. Por eso decidió emigrar y trabajar en España. Tarif reconoció que eso no le impidió volver a Siria en las últimas semanas, aunque no legalmente, claro, y constatar in situ el comienzo del baño de sangre.
"Tengo muchos amigos en Deraa [epicentro de las protestas]. Son una familia que siempre me reciben. Para llegar allí me fui a Jordania y de allí a Siria. Pudimos documentar en Deraa los asesinatos con balas en la cabeza. Pero también estuvimos en contacto con las víctimas mortales y heridos en Banias y en Homs." (...)
Wissam reveló que, desde que comenzó la represión, toda la información que recibe de sus fuentes sirias por Twitter o Skype la transfiere a un equipo de colaboradores en territorio sirio, que chequean esos datos antes de subirlos a las redes sociales. Así, logran burlar la censura para dar a conocer el drama de las protestas.
La matriz represiva de Damasco, según Tarif, tiene un denominador común: "La represión brutal. Desde el primer momento, se decidió por la violencia. Primero con la policía secreta. Luego con el cuerpo Shabyha, una milicia leal al régimen. En Siria se los ve como ladrones, criminales o matones y estuvieron muy activos durante la dictadura de Hafez al-Assad. Habían desaparecido con Bashar. Pero reaparecieron en Latakia y Banias", otras dos ciudades donde hubo decenas de manifestantes muertos.
La intención de los Shabyha, un cuerpo paramilitar similar a los temibles basij iraníes, fue desencadenar una guerra sectaria para justificar la irrupción de las fuerzas armadas, el último recurso y un arma de doble filo para el régimen ante la eventual pasividad de los militares, como ocurrió en el Egipto de Hosni Mubarak.
"La gran pregunta -y la clave del futuro del clan Al-Assad, en el poder desde 1971- es si el ejército va a ingresar en el juego como pieza represiva. Hubo denuncias de oficiales y soldados que fueron muertos por los Shabyha, luego de que se manifestaran contrarios a reprimir a su propio pueblo."
Al ser consultado sobre la posible caída de la dictadura de Al-Assad, Wissam Tarif no arriesga un pronóstico. Pero se indigna ante lo que considera la ausencia de una dura condena del mundo a Damasco. "Es increíble que aún no hayamos escuchado un mensaje claro y unido de la comunidad internacional condenando al gobierno. No puede ser que el presidente Barack Obama haya llamado a «las partes»... Acá no hay partes. Hay violencia y es unilateral. Viene del Estado sirio", aclaró exasperado.
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