El euro es el 1 a 1 europeo

Publicado en Apuntes Urbanos


El euro es el 1 a 1 europeo. Como el peso en los 90, el dracma quedó atado a una moneda que no refleja la productividad griega.

Por Rodolfo Terragno ESCRITOR Y POLITICO

(Clarín) Es como si cada país hubiera conservado su moneda (el escudo, la peseta, el dracma) y todos se hubiesen atado al marco alemán, al igual que la Argentina se ató al dólar hasta 2002. El euro es el 1 a 1 europeo.

Las dieciséis economías que integran la Eurozona difieren la una de la otra; sobre todo en productividad: la función que determina el verdadero valor de una moneda. El “euro griego” no puede valer lo mismo que el “euro alemán”. Grecia no tiene, ni por asomo, las Tecnologías de Propósitos Generales (TPG) y el vigor productivo (Eficiencia X) que tiene Alemania.

En 1992, la Unión Europea decidió que la productividad no importaba. Según el Tratado de Maastricht, firmado ese año, un país podía unirse al euro con sólo lograr -así fuera mediante ajustes- baja tasa de inflación, déficit fiscal inferior a 3% del PIB y una deuda que no pasara de 60%. La misma dieta para todas las economías; sanas o enfermas. Portugal, Irlanda, Grecia y España (hoy conocidos por la sigla PIGS) tenían, por entonces, el PIB per cápita más bajo y la inflación más alta de la Nueva Europa. Eran, por lo mismo, los que más “sacaban” del presupuesto comunitario, al que Alemania “ponía” como nadie. Claro que préstamos y subsidios sirven más para desajustar las cuentas públicas que para inducir productividad.

Muchos postularon “la Europa de las dos velocidades”: los PIGS debían tener vedada la Eurozona hasta que se acercasen a las economías mayores. Sin embargo, el 1° de enero de 1999 el euro se convirtió en la moneda de once países, incluidos tres de los cuatro PIGS. Grecia se unió dos años más tarde, tras fingir (según se sabe ahora) que había cumplido con los requisitos.

Los euros comenzaron a circular en 2002, en sustitución de las viejas monedas. Al principio fue todo miel. Las economías más débiles se encontraron, de pronto, con un mercado muy ancho. Por otra parte, tener una moneda más fuerte les permitió equiparse a bajo costo. Y el consumo de bienes importados creó, entre sus habitantes, una ilusión de prosperidad.

Los irlandeses fueron quienes más provecho sacaron de la nueva escala económica. Crecieron, diversificaron la producción y se modernizaron. Irlanda tiene hoy el cuarto PIB per cápita del mundo. Sin embargo, no puede consolidar sus logros porque le falta un instrumento: la política cambiaria. Una moneda sobrevaluada es una bomba de tiempo. Lo fue el peso, cuando la Argentina abarató artificialmente el dólar: una vez con la “tablita” y otra con la “convertibilidad”.

Cuando el valor nominal es superior al real, los productos propios son muy caros en el exterior, las importaciones inundan el mercado interno y todo se descalabra: desde el balance comercial hasta el fiscal. El Estado se ve forzado, entonces, a optar entre dos males: emitir sin respaldo o endeudarse por encima de su capacidad. Elija lo que elija, marcha a una hecatombe.

Es lo que pasó con los eslabones débiles de la cadena europea. Sus males no se curan con meros ajustes.

Nouriel Roubini -el economista que predijo el colapso argentino de 2001 y la crisis internacional de 2008- aconseja: “Para ganar competitividad, los países menores deberán renunciar al euro y volver a las monedas nacionales”. Cuando se está en una unión monetaria, ésa es la única manera de devaluar.

No es que la devaluación sea una fórmula mágica. Una economía ineficiente no se vuelve competitiva por el solo hecho de restarle valor a su moneda.

En cambio, la sobrevaluación es infalible: termina provocando (siempre) recesión, desempleo, deuda y -si no se corrige la distorsión a tiempo- default.

No todos los políticos entienden la importancia de una tasa de cambio competitiva. Deberían preguntarse por qué EE. UU. presiona a China para que revalúe. Los norteamericanos quieren que -con un yuan más caro- los chinos vendan menos y compren más.

No es, para la Argentina, un asunto ajeno; ni un recuerdo de los 90. El país está volviendo a una tasa de cambio “baja”.

El valor nominal del dólar es 3,95, pero el real (descontada la inflación acumulada desde 2002) es 1,56. Eso, considerando la “inflación Indec”. Si se toma la “inflación privada” -esto es, el promedio de la que estiman diversas consultoras-, el “dólar real” vale 1,11. Las retenciones aprecian aún más el peso. El “dólar sojero” está, según que se tome la inflación oficial o la privada, en el 1 a 1 (como en la convertibilidad) o, peor aún, en 0,72.

La gigantesca demanda china mantiene la soja y otras materias primas en valores muy altos; y esto impide que nuestras exportaciones, medidas en dólares, sufran una caída. No obstante, la tasa de cambio “baja” atrae importaciones. Por eso el Gobierno para camiones brasileños en la frontera y levanta barreras paraarancelarias, a riesgo de malquistarse con Europa o China. Está obligado a cuidar que la balanza comercial no se vuelva en contra. Y debe apuntalar la balanza fiscal, como lo ha hecho, nacionalizando un día las AFJP y usando otro día reservas del Central.

Si no preservan los superávits gemelos, no podrá financiar la gigantesca masa de subsidios que ha formado, ni contener una inflación que ya es preocupante. Atajar importaciones, y hacer caja de cualquier modo, es pan para hoy, hambre para mañana. Tampoco alcanza que el Central compre o venda dólares para administrar la tasa de cambio. Sin alta productividad, no hay artilugio que resuelva el problema.

Y el aumento de productividad requiere, entre otras cosas, inversiones masivas; que sólo se darán si hay estrategias claras y un clima de negocios. Sin eso, será imposible lograr aquello que exhiben los países de avanzada: fuerte desarrollo económico y, al mismo tiempo, la mayor justicia social.

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5 comentarios:

Anónimo dijo...

la verdad, que facil es hablar, y que dificil es hacer las cosas, RT habla como si hubiera vivido los ultimos 40 años en un florero (bueno, lo mismo fue)

H dijo...

Perdón? Fue el único que desde el '93 le decía a Cavallo en debates públicos que había que salir de la convertibilidad. Del gob de la Alianza lo echan por eso.

"Dio, en el seno del Gobierno, una batalla contra el 1 a 1, advirtiendo que --si no se salía “oportuna y ordenadamente”-- se iba a una hecatombe económica, política y social
No fue escuchado, y debió dejar el gobierno el 5 de octubre de 2000. A fines de 2001 se produjo la hecatombe anunciada. Cuando en 2002 se salió del 1 a 1 –pese a que esto se hizo tarde, mal y con enorme costo social—el país comenzó a crecer sin pausa, el desempleo se redujo drásticamente y desaparecieron los problemas financieros. "
(fuente)

Muc dijo...

Hay una cosita que no entiendo: ¿cómo se calcula el tipo de cambio "real"?

Anónimo dijo...

Esta bien, por eso hay que aumentar las retenciones al campo.
No entiendo como seguis apoyando a macri...

H dijo...

Apoyo su gestión en la ciudad, es mil veces mejor que todas las anteriores. Ahora, macroeconómicamente no sé si está bien asesorado. No sé si lo votaría para Presidente (tendría sus PRO :) y sus contras).