Me llegó (a través de mi ídische mame, ¿de qué otro modo si no?) un texto muy lindo de Esther Romano (Analista titular de la Asociación Psicoanalítica Argentina) que quiero compartir. Se relaciona con el
gataflorismo, que tantas veces hemos denunciado aquí.
Los ídische hijosPertenecientes como somos a una generación sandwich, repudiadora de la severidad, respetuosa de la libertad y proclive, a pesar nuestro, a la sobreprotección, ha llegado el momento de aunar esfuerzos para colaborar en la difusión de la creación de un nuevo concepto, el de "ídische hijo": fue acuñado por la narradora Cristina Villanueva y su definición, se aclara, no requiere raíces judaicas.
El paradigma central de los ídische hijos es: todo aquello en lo que les vaya bien, es porque se lo ganaron por cuenta propia; todo aquello con lo que no funcionan es porque han sido víctimas de una acción indebida de los padres. Lo cual establece -y por esto son ídische hijos- un circuito de culpa.
Hemos compilado testimonios que se pueden ordenar en varias situaciones:
1. Haberles dado a los ídische hijos poco dinero justifica que sean insaciables. Lo mismo sucede si se les dio mucho dinero, o bastante.
2. Si se les pregunta por sus cosas, se sienten "controlados". Si no se les pregunta, se sentirán no tenidos en cuenta.
3. Si la madre (el problema fundamental es con las madres) fue profesional, se la acusa por su dedicación al trabajo y se le reprocha como falta de amor no haber atendido tareas hogareñas; si la madre fue ama de casa, se le endilga estar frustrada por no haber sido independiente, ya que todo lo que hizo fue, antes que nada, para darse gusto a sí misma.
4. Si los padres formaron una pareja estable y duradera, se les reprocha que constituyeran un modelo demasiado ideal impidiendo así la propia realización; si se hubieran divorciado, se les reprocha no haber permitido una buena identificació n; ni qué hablar de los padres solteros.
5. Si no emigraron durante el Proceso o durante la híper, son acusados de cobardes y de no haber estimulado la búsqueda de nuevos horizontes; si lo hubieran hecho, son culpables de haber obligado a los hijos a cortar lazos de origen.
Lo importante para el ídische hijo es sostener, de diversas maneras, el circuito de culpabilizació n. Una mujer que tenía un nieto de siete años era culpabilizada por la hija y el yerno porque ellos "no tienen guita" y ella no les cuidaba el nene los sábados a la noche, a diferencia de los abuelos paternos, más tradicionales, que sí lo hacían. Cuando ella les ofreció abonarles los honorarios de una baby-sitter, intercambiaron miradas cómplices y se limitaron a contestar: "No es lo mismo...".
De eso se trata: nunca es lo mismo. Se haga lo que se haga, todo está mal. La cuestión pasa por la demanda y la saciedad: no dar es indiferencia, dar poco es insuficiente y dar mucho estimula a pedir más: como si se tratara de engullir bombones; una forma de anorexia-bulimia en el nivel interpersonal.
Una variante del ídische hijo es provocar, no exactamente culpa, sino inquietud. Refiere otra abuela: "Mis hijas me dicen que su nene está mal y que vuela de fiebre, y después resulta que no tiene más de 37 grados; y así con todo".
No hay que caer en el error conceptual de suponer que el ídische hijo haya sido parido por una ídische mame. Se trata de otra Categoría Relacional. Tomemos un célebre ejemplo, el del atribulado hijo a quien su "ídische mame" le regaló dos corbatas y, cuando lo ve con una de ellas, le pregunta si entonces la otra no le gustó. Nuestro "ídische hijo" jamás se encontraría ante un problema semejante, no sólo porque no usa corbata sino porque jamás usaría las remeras que le hayamos regalado: porque no le gustan, porque preferiría comprárselas él mismo y que le diéramos la plata aunque, si se la diéramos, tampoco tendría remera que ponerse porque decidió comprarse alguna otra cosa pero...
Invitamos a quienes acuerden con estas ideas a apoyarnos con sus propias experiencias, que tal vez podrían encadenarse mediante circuitos de e-mail eromano@ fibertel.com. ar que incorporaran perfiles o situaciones típicas, de modo anónimo o con autoría identificable.
Cierto que con esto último corremos el riesgo de que se ofendan, aunque lo más probable, ocupados como están en sus propias cosas, es que ni se enteren.