Le pedí a Marianela, una amiga que da clases en Wilde, distrito de Avellaneda, Buenos Aires, que nos expusiera su visión:
Hablar del conflicto docente no es
tarea sencilla. En primer lugar se debería cambiar el título. La correcta forma
de llamarlo debe ser “conflicto de la educación” porque no comprende sólo al
universo docente sino al conjunto de la comunidad educativa y, en última
instancia, a la sociedad toda.
Existen muchas variables que produjeron
esta angustiante situación en la provincia de Buenos Aires. Podríamos pasar
horas escribiendo, hablando o discutiendo sobre ellas pero no quiero ser muy
extensa. Sólo basta mencionar que en este caso los docentes pedimos desde
noviembre reunirnos para conversar sobre todos los problemas que nos preocupan.
Por eso en esta oportunidad me voy a limitar a enumerar para quienes no saben y
para recordarles a nuestros políticos, los puntos principales de nuestro
reclamo.
En primer lugar deseamos que quede
claro que NO es una protesta que se
limite a un aumento de salario. Es un reclamo que los docentes estamos
realizando desde hace años pero que parece que el gobierno provincial, en este
caso, no entiende o no le interesa.
Nuestra realidad es muy diferente al espíritu del artículo 39 de nuestra constitución provincial, que establece, por
ejemplo, que el trabajo es un derecho y
un deber social. En especial establece una retribución justa, condiciones
dignas de trabajo, bienestar, una jornada limitada, descanso semanal, igual
remuneración por igual tarea y un salario mínimo, vital y móvil.
Trabajamos en terribles condiciones y
con esto, reitero, no sólo me refiero a nuestro sueldo sino también a la situación en la que se encuentran nuestros establecimientos (riesgo
edilicio, pozos que desbordan, falta de luz o agua) como así también a la
violencia que se vive en muchas escuelas.
Obvio que el salario no nos resulta
suficiente cuando de nuestro sueldo tenemos que pagar materiales para nosotros
(borradores, tizas y porque nosotros pagamos hasta el papel higiénico y agua
que consumimos), los chicos (fotocopias, dinero para el colectivo o excursión) y el colegio (productos de limpieza,
pintura para nuestros salones). Tenemos un salario con sumas en negro. Que se
entienda bien: nuestro básico es de alrededor $ 1.800. Esto se traduce en
aguinaldo y jubilación. Llegamos al mínimo de 3.600 con estas “ garantías.”
Esto quiere decir que se perdió nuestro escalafón. Cobra lo mismo un docente
que recién se inicia que el que ya cobra eso por su antigüedad.
Trabajamos más de un turno porque no
nos alcanza y por correr de escuela en escuela resignamos la hora de almuerzo.
Los docentes de la Provincia generamos
superávit en el IPS (nuestra caja de jubilación) porque somos mayoría de
activos y, además, nos descuentan en todos los cargos en los que trabajamos
aunque al jubilarnos sólo sea por uno de los cargos agregando un porcentaje del
resto.
Nuestra obra social (IOMA, de la cual
somos REHENES en TODOS nuestros cargos estatales) atraviesa, también desde
hace años, una situación vergonzosa. No hablamos solamente de los coseguros que
nos cobran sino de cuestiones más importantes como autorizaciones de prácticas
que tardan meses o de ausencia de prestadores por la deuda que IOMA tiene con
ellos.
¡NO trabajamos “4 horitas”! En primer
lugar, sería muy difícil mantenerse con un solo cargo. Pero si así fuera,
también sería falso. Trabajamos 4 horas frente a aulas superpobladas y el resto
(incontables horas) planificando, corrigiendo, preparando material,
capacitándonos o esperando hasta las mil quinientas que algún padre olvidadizo
pase a buscar a su hijo.
Las capacitaciones las hacemos fuera de
nuestro horario laboral y con nuestro presupuesto. Y así y todo, muchas veces
no estamos capacitados para afrontar algunas problemáticas (no sólo de
aprendizaje) que los chicos presentan cada vez con mayor frecuencia y complejidad.
Seguro que van a pensar en el tema de
las licencias. No dudo que haya quienes abusan como en todas las profesiones
pero también me parece que habría que replantearse por qué los docentes nos
enfermamos tanto. ¿No será por todo el conjunto que describí más arriba?
Finalmente me gustaría dejar en claro
que un docente sólo sigue por vocación pero no se debe confundir vocación con
donación. La vocación es sentir un llamado. El docente siente el llamado a
enseñar para ganarse dignamente la vida así como cada profesional lo siente por
su profesión.
Toda esta situación se refleja en la
falta de respeto constante que sentimos que sufrimos los docentes. Si el
gobierno no nos respeta, ¿cómo nos va a respetar el resto de la sociedad? ¿Qué
mensaje se transmite? En este caso el sueldo es un mero reflejo del valor que
los docentes representamos para el gobierno. Este es el valor que el gobierno
considera que tiene la educación de su pueblo. Es como en la
economía familiar. Cuando la plata no alcanza uno prioriza. Se ve que la
educación no se encuentra dentro de las prioridades de nuestro gobierno.
alguien decidió ser docente sin conocer las condiciones laborales a las que se enfrentaría? es como si un minero se quejara por falta de luz solar por trabajar en un tunel.
ResponderEliminarOtro si digo: los pésimos resultados en las pruebas PISA cambiarían si el Estado revirtiera las carencias que menciona la docente?
Arriesgo: no. Porque salvo excepciones los docentes son profesionales bastante mediocres. La épica del docente sufrido tiene un límite: los egresados del sistema educativo están cada vez menos preparados, sin importar su origen socioeconómico. Y los que pasan 4hs, 6hs con ellos son los docentes, no los ministros ni los gobernadores.