Mientras la Primavera Árabe egipcia seguía su curso en la Plaza Tahrir (donde miles de manifestantes pedían por más democracia y menos corrupción) a pocos kilómetros de allí, un sector nada desdeñable de la población cairota decidió recuperar las tradiciones más típicas del pueblo árabe, junto con el narguile y el mamul: comportarse como una turba enfurecida con los ojos inyectados de odio atacando a los judíos como chivo expiatorio de todos sus problemas.
Ante esta situación, Apuntes Urbanos, que siempre ve el vaso medio lleno, trae una propuesta pedagógica para toda la familia: le sugiere a los judíos que gustan de identificarse como judíos "pero no sionistas", porque "no es lo mismo antisemitismo que antisionismo", que se paren frente a la turba de El Cairo y digan alto y fuerte: "Anaia iahudi, likina la israehili" (Soy judío, pero no Israelí).
Apuntes Urbanos les paga el pasaje... pero sólo si vuelven vivos.
Se puede no ser sionista (no tener nada en contra de la autodeterminación del pueblo judío, y tampoco nada a favor), y es muy distinto a ser antisionista. Pero todo antisionista tiene sustento antisemita, evidencia empírica a posteriori sobra, y teóricamente es claro: el que niega al pueblo judío la autodeterminación que avala para los demás pueblos, tiene algo en contra del pueblo hebreo.
"Critiqué a Israel ¿soy por eso antisemita?". Tal vez sí, tal vez no (vía Talking Squid):
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