En mi casa me enseñaron a querer y respetar a todos los hermanos latinoamericanos. A tener en cuenta que los argentinos podemos sonar soberbios en el exterior. A conocer y apreciar a nuestros vecinos. A repudiar lo ridículo que son los enfrentamientos, incluso los "folklóricos".
Considero que cuando nos encontramos con un extranjero (dentro o fuera del país), todos somos embajadores de lo que somos (no es redundancia, léanlo de nuevo). Ante distintos ecuatorianos con los que charlé, hablé positivamente sobre el gobierno argentino, afirmé que Uruguay es "un gran país", y que "adoro Brasil".
Hoy, en estas difíciles horas, estoy con Chile. ¡Fuerza, vecinos!
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